Había una vez un viejo granjero que tenia 3 hijos varones.
Cansado y sabiendo que le quedaba poco tiempo de vida, llamó a sus hijos y les dijo:
- Juan, mi hijo mayor, quiero dejarte el campo para que continúes sembrando como lo hicimos hasta ahora.
- José, mi segundo hijo, quiero dejarte los silos y el granero, para que guardes los frutos de esta tierra.
- Y por último, a ti, mi pequeño Jorge, te dejaré la casa cuando yo ya no esté.
Y así fue. Juan cansado de sembrar durante toda su vida, decidió vender la tierra e irse a buscar futuro a la gran ciudad.
Entonces José salió a buscar suerte a los campos vecinos, pero como no consiguió que nadie guardara la cosecha en sus silos, se fue también a otro pueblo.
Y después de ser abandonado por sus dos hermanos, Jorge tomó una decisión:
- No voy a dejar a mi padre solo. Trabajaré donde sea, pero no voy a abandonarlo.
Dicho esto, salió en busca de empleo. Golpeó todas las puertas de los campos, y nada...
Fue a lo del viejo almacenero Esteban, y nada...
Ya no había ni un centavo. La última cosecha sólo alcanzó para un par de meses y se acercaba el invierno.
Preocupado porque ya no había dinero, y el padre cada vez estaba más enfermo, decidió ir hasta la farmacia a pedir remedios a cambio de hacerle algún arreglo a la casa del farmacéutico. Y el farmacéutico aceptó. Jorge trabajó todo el día por el remedio del papá.
Un día faltó la comida, y Jorge fue a lo de Esteban y le pidió un par de cosas a cambio de acomodarle el depósito. Y don Esteban aceptó. Jorge y su papá pudieron comer.
Así pasó un tiempo hasta que un día, Jorge amaneció con fiebre y mucho dolor de cabeza y mientras iba a la farmacia a buscar algo para aliviarse, se desmayó. Como era conocido en el pueblo, todos coincidieron en llevarlo a su casa y que doña Amanda lo cuidara esa noche.
Cuando llegaron a la casa, le explicaron al viejo Juan que su hijo no estaba nada bien, y que esa noche los cuidaría doña Amanda. El viejo granjero escuchó atentamente y dijo:
- Dejen a mi niño en su cama que hoy lo cuidaré yo.
Todos se opusieron sabiendo que ninguno de los dos se encontraban bien, perro dejaron que se hiciera la voluntad de don Juan.
Jorge yacía en su cama volando de fiebre mientras su padre iba y venía con paños fríos. Al día siguiente, Jorge despertó y fue a buscar a su padre al cuarto y encontró que don Juan ya no estaba en este mundo.
Gran tristeza inundó su alma. Lloró y lloró pero el dolor no se iba.
De repente va hasta la cocina en busca de un vaso de agua y descubre arriba de la mesa una carta que decía:
"PARA MI PEQUEÑO JORGE"
Entonces la abre y lee atentamente:
" Querido hijo, te escribo esta carta porque llegué al fin de mi camino. Quería agradecerte por haberme cuidado todo este tiempo, por haberte preocupado por mi y decirte también que tengo un regalo para ti.
Busca arriba del ropero unas bolsas, ábrelas y disfruta de ello.
No tengo más que decirte que sin ti no hubiera pasado estos bellos días "
Te quiero hijo.
Tu padre.
Entonces Jorge fue al ropero, agarró las bolsas y las abrió. Había cientos de monedas de oro.